Cada paso era una agonía, pero siguió adelante, decidida a no dejar que el miedo la consumiera. A su llegada, el personal del hospital la sometió a un torbellino de pruebas y escáneres, y sus expresiones de preocupación no hicieron más que aumentar su creciente ansiedad.
El diagnóstico no se hizo esperar: apendicitis. El cirujano le explicó que había que extirparle el apéndice de inmediato. El Dr. Harris, un hombre de sonrisa tranquilizadora y aire confiado, le aseguró que se trataba de una intervención rutinaria.