Una mujer graba en silencio su operación. Cuando oye la conversación de los médicos, se pone pálida.

Llegó la mañana en que no podía mantenerse en pie. Jennifer apenas había conseguido levantarse de la cama antes de desplomarse, doblada de dolor, con la mano apretada contra el costado mientras se le formaban gotas de sudor en la frente.

El dolor agudo e implacable era insoportable y, por primera vez, sintió que el miedo la carcomía por dentro. Algo iba mal, muy mal. De mala gana, Jennifer se dirigió a urgencias.