Agarró el teléfono con fuerza y dio un paso atrás con cuidado de no hacer ruido. Sentía el peso de las pruebas en sus manos y una mezcla de miedo y determinación se apoderó de ella. Sabía que tenía que actuar con rapidez antes de que alguien descubriera su presencia.
Se puso en contacto con las autoridades y les explicó todo: lo que había oído, lo que había visto y, lo más importante, las grabaciones que tenía en su poder. Le temblaba la voz, pero no su determinación.