Una mujer graba en silencio su operación. Cuando oye la conversación de los médicos, se pone pálida.

Con cuidado de no llamar la atención, Jennifer apretó el oído contra la misma puerta cerca de la cual se había quedado antes. Esta vez, las voces del interior eran más fuertes y urgentes. «Tenemos que movernos esta noche. Si la auditoría se entera de esto, se acabó», siseó alguien.

«¿Moverlo? ¿Mover qué?», se preguntó, con el corazón acelerado. Observó desde las sombras cómo los hombres se preparaban para marcharse y se escondió rápidamente detrás de una puerta cercana. En cuanto se fueron, Jennifer entró en la habitación, con el pulso latiéndole en los oídos.