En los días siguientes, Jennifer se obsesionó con descubrir la verdad. Cada vez que repetía las grabaciones, estaba más decidida a descubrir el oscuro secreto del hospital. No le bastaba con oír sus susurros, necesitaba pruebas, algo irrefutable que asegurara que las autoridades la tomaran en serio.
Pero Jennifer sabía que entrar en una comisaría con una grabación telefónica no iba a ser suficiente. Necesitaba indagar más. Una noche, durante un ataque de insomnio y ansiedad, ideó un plan. Su curiosidad se había transformado en una necesidad desesperada de justicia.