El miedo que la había atenazado durante días empezó a aflojar, sustituido por una frágil sensación de seguridad. Mientras sujetaba el teléfono con fuerza en la mano, se dio cuenta de lo cerca que había estado de desmoronarse por completo.
La idea de que otra persona descubriera lo que había hecho la aterrorizaba, pero ahora, sabiendo que su secreto seguía siendo suyo, Jennifer sentía una renovada sensación de control. Por primera vez desde la operación, podía respirar un poco más tranquila, agradecida de que, por ahora, nadie supiera la verdad.