En ese momento de tranquilidad, Katie se dio cuenta de algo preocupante: el veterinario no sabía más que ella sobre la misteriosa criatura. Aun así, comprendió que la situación era grave, sobre todo cuando Katie le explicó cómo empeoraba el estado de la criatura. De repente, Katie se sobresaltó con el aullido fuerte y triste del lobo. Su poderoso aullido llenó la habitación, haciendo aún más clara la urgencia del momento..
Katie sintió un escalofrío. Algo iba muy mal. El aullido era algo más que ruido; era un profundo grito de miedo y tristeza que resonó a su alrededor, dejándolo todo en silencio después. Allí de pie, entre el olor estéril del hospital y los lejanos sonidos de actividad, Katie se dio cuenta de que estaba ocurriendo algo más de lo que pensó en un principio.