Volvió a mirarla, con el corazón en la garganta, aún luchando por creer lo que veían sus ojos. ¿Se trataba de una broma retorcida? Cada rasgo de su rostro era exactamente como lo recordaba, un reflejo de la mujer que tan bien conocía. Pero no podía ser ella, era imposible. Sin embargo, inexplicablemente, allí estaba, sentada un par de filas más abajo en la cabina.
Siguió observándola desde la cabina, pero ella parecía no darse cuenta de su presencia. Su mente daba vueltas, luchando por comprender cómo era posible que su mujer estuviera en ese vuelo. Aquellos cálidos ojos castaños, que antes le habían mirado con amor y comprensión, ahora estaban concentrados en el libro que tenía en el regazo. Las manos delicadas y cariñosas que él recordaba haber sostenido tan a menudo estaban ahora hojeando despreocupadamente las páginas.