Al girar hacia su calle, Emily notó inmediatamente algo extraño. Los coches de sus padres no estaban a la vista ni en la entrada ni en el bordillo. «Qué raro», murmuró Emily. Sus padres ya deberían estar en casa, esperando desesperadamente su regreso. Pero la entrada estaba vacía, la casa quieta y silenciosa.
La inquietud recorrió el cuerpo de Emily. ¿Dónde estarían? No era propio de ellos salir tan tarde sin avisarla. Aceleró el paso hacia la puerta principal, con el miedo subiendo por su espalda.