«Hola», dijo despacio: «¿Adónde vas?». Emily lo miró. Había algo en él que le erizaba la piel. «A la ciudad», respondió vacilante. El hombre la miró de arriba abajo. «¿Por qué no te subes y te llevo?». Emily vaciló. Sus instintos le decían que se negara, pero ¿cómo iba a volver a casa si no?
«No sé…», murmuró. «Oh, vamos, es tarde. Te llevaré a casa sana y salva», dijo con una sonrisa inquietante. Emily dio un pequeño paso atrás, pensando que sería mejor seguir caminando. El miedo se apoderó de ella mientras observaba nerviosa su entorno, esperando que apareciera una opción mejor en la distancia. El hombre la miró con impaciencia y añadió rápidamente: «Te diré una cosa, haré algo por ti si tú haces algo por mí».