Los ojos de Oliver miraban a través del visor de la cámara, tomando fotos con la gracia de un maestro dirigiendo una sinfonía. Cada clic capturaba risas, amor y los detalles brillantes del lugar de la boda. «Perfecto», pensó, sintiendo la conocida satisfacción de haber captado el momento justo.
A continuación hizo un primer plano de los novios, una toma aparentemente normal. Pero al revisar la foto, algo le llamó la atención. Era tan sutil y a la vez tan llamativamente fuera de lugar. Sintió que su corazón se aceleraba. Disimulando su reacción con una sonrisa practicada, bajó la cámara y fingió ajustar una configuración.