Mientras se reincorporaban a la fiesta, Oliver sintió un profundo alivio mezclado con una persistente vergüenza. Pero, sobre todo, se sintió agradecido por los giros sorprendentes que puede dar la vida y por las segundas oportunidades. Así que Oliver cogió su cámara y se unió de nuevo a la multitud, capturando sonrisas, risas y la hermosa y ordinaria magia del día.
Y mientras se concentraba en encuadrar las tomas perfectas, Oliver se rió para sus adentros, sacudiendo la cabeza con incredulidad. Era una historia para los libros, tan extravagantemente enrevesada que dudaba que alguien se la creyera. Estaba impaciente por volver a casa y compartir esta ridícula historia con su sobrina Hailey. A ella le encantaban las historias con giros inesperados, y ésta tenía un giro argumental que ni el escritor más imaginativo podría haber urdido.