Al salir de la comisaría, la vergüenza y la confusión se agolpaban en su pecho. Había seguido sus instintos y, sin embargo, estaba equivocado, ¿o no? La chica había estado allí, estaba seguro. Pero ahora no parecía más que un recuerdo que se desvanecía.
En casa, la semana de suspensión parecía una eternidad. Sus pensamientos volvían una y otra vez a la casa, a las firmes negativas del hombre y a la chica que le había saludado todos los días. No podía ser producto de su imaginación, ¿verdad?