Pero Sebastian no iba a marcharse todavía. Ordenó a Mark que entrara y registrara la casa en busca de la chica. Habitación por habitación, peinaron la casa, buscando metódicamente cualquier señal de otra persona.
Pero no había ninguna. Ni ropa, ni zapatos de repuesto, ni pertenencias que pudieran sugerir que allí había vivido alguna vez una chica. Sebastian ni siquiera pudo encontrar en la casa una pinza para el pelo que pudiera sugerir la presencia de una chica.