Respirando hondo, Luka se acercó a la puerta. Como antes, el oso se retiró rápidamente de la cubierta y se posó en el suelo. Sin embargo, a diferencia de antes, Luka se atrevió a cruzar el umbral de su casa, descendiendo al aire silencioso de la mañana.
El corazón le latía con fuerza en el pecho, los nervios le hormigueaban con una mezcla de miedo y excitación. Sin embargo, en medio de la vorágine de emociones, prevaleció una firme convicción: estaba tomando la decisión correcta.