A Luka le sorprendieron las peculiares acciones del oso, pero se encogió de hombros, esperando que fuera una rareza pasajera, olvidada al amanecer. Si hubiera sido un incidente aislado. Sin embargo, al amanecer del día siguiente, el oso estaba de vuelta, observando la casa desde la linde del bosque. Luka no sabía que aquello no era más que el principio de una serie de acontecimientos imprevistos…
En esta ocasión, fue Andrea quien descubrió la presencia de la criatura. Bajando las escaleras a primera hora de la mañana, sólo buscaba un reconfortante vaso de leche caliente. Pero cuando miró al exterior, se quedó helada. Necesitaba pellizcarse para ver si estaba soñando o no.