«¿Me está siguiendo? Se preguntó Jacob, con una opresión en el pecho. Se dijo a sí mismo que no era nada, que el guardia sólo estaba haciendo su ronda, pero la idea se le clavó en la mente como una espina. Empezó a sentirse hiperconsciente de cada uno de sus movimientos, de repente consciente de su aspecto: sus botas desgastadas, su vieja chaqueta de camuflaje, la ansiedad escrita en su rostro.
«¿Creen que voy a robar algo?», pensó con amargura. «¿No me quieren aquí? Intentando deshacerse de esa sensación, Jacob se acercó a las toallitas para bebés. María le había dicho que se estaban acabando, pero cuando cogió un paquete, se detuvo.