«Ya está», murmuró en voz baja. La cantidad ya estaba grabada en su mente, pero verla de nuevo le supuso un nuevo golpe. El alquiler vencía la semana siguiente y las facturas se acumulaban. Pero nada de eso importaba en aquel momento. Leo necesitaba leche maternizada y pañales. Todo lo demás podía esperar.
Volvió a guardar el teléfono en el bolsillo y reanudó la marcha, con las manos cerradas en puños dentro de la chaqueta. «Haz que funcione», se repetía a sí mismo, convirtiendo las palabras en un mantra a cada paso.