En los días siguientes, Carla lloró no sólo al padre que nunca había conocido, sino también la relación que les habían robado. Cada momento se sentía como una oportunidad perdida, cada recuerdo teñido del dolor de lo que podría haber sido.
Carla se encontró volviendo a su mesa favorita, sentada en el lugar donde él había pasado tantas tardes tranquilas. El bar, que una vez fue un lugar de consuelo, ahora se sentía como un recordatorio vacío de la relación que nunca habían tenido.