La verdad la golpeó con una fuerza que no esperaba: James, el hombre tranquilo y discreto que se había sentado a su mesa noche tras noche, era su padre. Todas esas noches, todas esas pequeñas conversaciones y momentos de silencio entre ellos, y ella nunca lo había sabido.
Carla salió, escudriñando la calle vacía en busca de alguna señal de James, pero él ya se había ido. El aire fresco de la noche la rozaba, llevándose consigo un silencio inquietante. Su corazón se aceleró y su mente se llenó de preguntas.