No podía entenderlo del todo, pero tenía la sensación de que ocultaba una tristeza que nadie más podía ver. Con el paso de las semanas, sus conversaciones se convirtieron en una rutina reconfortante, un ancla en la tormenta de recuerdos que amenazaba con abrumarle.
La risa de Carla, su calidez y su pasión por la vida le recordaban la belleza por la que había luchado y que había perdido. Todas las noches se sentaba en un rincón del bar, observando en silencio la vida que le rodeaba y apreciando los momentos que pasaba con ella.