A John se le aceleró el pulso. ¿Tenía que ser la Anna de la que Caroline había hablado durante semanas? ¿Era realmente «real»? Sus pensamientos giraban en espiral mientras conducía el coche, su mente se debatía entre la duda y la inquietante posibilidad de que su hija hubiera estado diciendo la verdad todo el tiempo.
Tras unos minutos conduciendo, llegaron a una casa a las afueras del pueblo. John aparcó el coche cerca, con el corazón latiéndole en el pecho. No estaba seguro de lo que esperaba encontrar, pero ahora estaba aquí, paralizado por la indecisión. ¿Qué debía hacer a continuación? Su mente corría en busca de respuestas.