Tras lo que le pareció una eternidad de pensamientos frenéticos, Amelia tuvo una idea. Recordó haber leído sobre los chupitos de ángel, una forma discreta de alertar a los camareros de que alguien se sentía inseguro. Si se pedían, el camarero podía intervenir o pedir ayuda sin llamar la atención.
Amelia pensó en pedir un chupito de ángel, pero dudó. Si ella lo sabía, Jonathan también podría saberlo. No podía arriesgarse a que se enterara; tenía que ser sutil. Su corazón se aceleró mientras reflexionaba sobre cómo ejecutar el plan sin levantar sospechas.