Se ajustó el vestido, se alisó el pelo y se dijo a sí misma que debía darle a Jonathan una oportunidad. No sería correcto juzgarlo basándose únicamente en sus propios temores. Después de recomponerse, Amelia salió del cuarto de baño, con la sonrisa en su sitio.
Cuando Amelia regresó a la mesa, aún tenía los nervios a flor de piel por lo sucedido en el baño. Justo cuando se acercaba, oyó la voz de Jonathan, tensa y silenciosa. Se detuvo, escondiéndose detrás de una columna, esforzándose por oírle con claridad.