Al principio, corrigió al joven camarero sobre la pronunciación de un vino. Y más tarde, le llamó inútil cuando el camarero no entendió sus peticiones y no supo recomendarle un buen vino dentro de su presupuesto.
Amelia notó el parpadeo de incomodidad en los ojos del camarero, e hizo que se le apretara el estómago. Fue un pequeño momento, pero se le quedó grabado. Tratando de disipar el malestar, Amelia continuó la conversación, aunque una sombra de duda persistía en el fondo de su mente.