Debió de ser una sorpresa volver a casa y ver al invitado inesperado en su encuadre. Las risas que siguieron, imaginando la sonrisa pícara de este hombre tras su pose colectiva, debieron de ser tan cálidas y persistentes como el sol de aquella playa. ¡Qué recuerdos!
El sofá de arena hecho a mano no era sólo un adorno. Después de darle forma, el creador se echó una merecida siesta sobre su obra maestra. Es la prueba de que el trabajo duro y la creatividad pueden transformar un día de playa en una siesta al sol. Un verdadero sueño de arena