La falta de honradez de su profesión no hacía más que echar leña al fuego de Emily. Lo veía no sólo como un mentiroso, sino como un estafador que se aprovechaba de la vulnerabilidad de los demás. Sabía que tenía que atacar donde más le doliera. Y pronto se presentó la oportunidad perfecta.
Una noche, justo antes del gran lanzamiento, Mark estaba trabajando hasta tarde en el salón, ultimando la presentación de su curso. Emily observó en silencio cómo guardaba el archivo pulido en un elegante pendrive negro y lo metía en el bolsillo delantero de su bolso de oficina. Su plan se consolidó.