Se quedó clavado en el sitio, retenido por la alarma grabada en su lenguaje corporal, el miedo que se había filtrado en sus venas dejándolo inmovilizado. Sus instintos le pedían a gritos que la siguiera, que buscara respuestas a las preguntas que se acumulaban rápidamente en su mente. Pero la visión de ella, una silueta contra la luz del sol que se desvanecía, enfrascada en una conversación claramente importante, lo contuvo.
Las palabras que le llegaban eran fragmentos de un rompecabezas demasiado complejo para su comprensión. Frases como «piel metálica» y «amenaza nacional» flotaban en el aire, con un significado ominoso e incierto. Cada palabra envolvía su corazón como un tornillo de banco, apretándose con cada latido, mientras su mente se apresuraba a dar sentido a la situación.