Cuando llegó la quesadilla, Brianna empezó a dividirla cuidadosamente en tres porciones. Al principio, los niños la miraban con entusiasmo, pero sus sonrisas se desvanecieron al darse cuenta de que tendrían que compartirla. Lucy frunció el ceño y se cruzó de brazos, levantando ligeramente la voz al decir: «Quiero mi propia quesadilla, mamá. ¿Por qué siempre tengo que compartir?»
Adrián se unió, su expresión nublada por la decepción. «¡Es mi cumpleaños! No quiero compartir mi comida. ¿No puedo pedir otra cosa?», preguntó con un tono de frustración. El corazón de Brianna se apretó al mirar sus caras expectantes, deseando poder hacer realidad sus deseos.