una anciana de 87 años perdió los ahorros de toda su vida a manos de un estafador, pero no lo dejó escapar.

Alex asintió, ya escaneando el plano que había conseguido recuperar. «No estamos tratando exactamente con aficionados. Si entramos demasiado rápido, se nos escaparán de las manos y desaparecerán» No se hacían ilusiones sobre el peligro; los estafadores estaban bien equipados y probablemente habían previsto que algún día se podría seguir su rastro.

«Tendremos que mantenernos a cubierto, reunir todo lo que podamos del interior y salir sin levantar sospechas», añadió Alex. A la mañana siguiente, Danny y Alex se vistieron con uniformes de un servicio de reparto local, gorras bajas y portapapeles en la mano. Para cualquiera que los viera, no eran más que dos repartidores anodinos y rutinarios.