Pasaron casi dos horas cuando oyó el sonido familiar de una llave girando en la cerradura. La puerta se abrió y Danny entró sonriendo. «Abuela, ya estoy aquí», gritó alegremente. Marie se quedó helada, sin color en la cara.
Se quedó mirando a Danny, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. «¿Danny?» susurró, su voz apenas audible. Danny frunció el ceño al ver su expresión. «Abuela, ¿qué pasa?» Se acercó, con la preocupación grabada en el rostro.