Leah, muy embarazada, trabajaba como taxista por las concurridas calles de la ciudad, decidida a ahorrar todo el dinero posible antes de la llegada de su bebé. Trabajaba muchas horas, soportando la incomodidad, impulsada por las inminentes responsabilidades económicas de la paternidad.
Como mujer taxista, Leah siempre tuvo en cuenta su seguridad. Tenía por norma evitar recoger pasajeros que parecieran revoltosos o peligrosos, sobre todo desde que estaba en las últimas fases de su embarazo.