Abuela (72) da a luz. El médico le dice: «Se lo advertí», cuando vuelve con los resultados de las pruebas

Así que se levantó, despacio, como si el suelo fuera a ceder bajo sus pies, y se dirigió a su habitación. Cada paso era cuidadoso. Medido. Se acostaría. Tal vez se le pasaría. Quizá no fuera nada. Pero en el fondo de su mente, algo cambió, algo silencioso y ominoso que se negaba a ser nombrado.

Tula se convirtió en una maestra del disimulo. Aprendió a estremecerse en silencio, a sonreír entre muecas de dolor, a espaciar sus suspiros entre los pasos. Durante la cena, empujaba la comida alrededor del plato, ofreciendo excusas con el encanto de una abuela – «A mi edad no se necesita tanto»-, como si el apetito desapareciera de forma natural con el tiempo.