Una tarde, mientras la llevaban de vuelta de otra exploración, dos enfermeras se detuvieron cerca del ascensor. La más joven miró nerviosa a su alrededor y susurró: «Partenogénesis» La enfermera mayor siseó: «No lo digas en voz alta. No está confirmado» Tula no entendía el término, pero el miedo en sus voces la asustó más que la palabra.
Esa noche buscó la palabra en su teléfono. La red Wi-Fi del hospital no funcionaba. La página no se cargaba. Se quedó mirando el búfer como si se burlara de ella. Cada pregunta sin respuesta se hacía más pesada. Algo estaba ocurriendo dentro de su cuerpo y era tan extraño que ni siquiera los médicos sabían cómo llamarlo.