Tula dobló el periódico por la mitad, con el vapor que salía de su café sin tocar. La luz del sol matutino se acumulaba en el suelo mientras el apartamento zumbaba en silencio. Ashley, su hija, dormía tras otro turno de noche. Tula había preparado el almuerzo de su nieta, le había trenzado el pelo y la había despedido como hacía todos los días de colegio.
Le gustaba esta hora, cuando todo estaba hecho y el mundo se detenía para ella. Migas de pan tostado en el plato, crucigrama a medio terminar. Se recostó en la silla de la cocina y se llevó el café a los labios cuando un dolor repentino y punzante se le clavó en el abdomen. Le temblaron los dedos. La taza tintineó con fuerza contra el plato.