A medida que el avión asciende, también lo hace la presión de la cabina, y aquí es donde brilla la sabiduría de esperar para echar una cabezadita. Darse tiempo para estar despierto permite esos imprescindibles tirones de orejas que mantienen a raya el malestar. Dormirse demasiado pronto podría significar despertarse con el inoportuno abrazo de un dolor de cabeza.
Ábrela, deja que corra el aire y crea un escudo invisible de frescor que mantiene a raya a esos indeseables invasores invisibles. Acuérdate de meter una o dos capas más en la maleta: con la rejilla de ventilación en guardia, estarás envuelto en un capullo de calor