Jackson y Martinez se miraron con preocupación, acercándose suavemente a ella para no asustarla más. La niña apretaba con fuerza contra su pecho un oso de juguete descolorido y su pequeño cuerpo temblaba en las sombras.
No habló, pero los miró con una mezcla de alivio y temor. «Hola, Lily», dijo Jackson con suavidad, arrodillándose a su altura. «Hemos venido a ayudarte. ¿Estás bien?»