El capitán Richard, inquebrantable en su compromiso, no escatimó esfuerzos para perfeccionar cada detalle del día especial, impulsado por su profunda dedicación al disfrute y la seguridad de sus invitados. La petición de la pareja de un viaje de celebración a Italia se gestionó con precisión y esmero.
Ethan, el marido, exudaba arrogancia con sus comentarios desdeñosos, haciendo que incluso una conversación casual se sintiera como un raro privilegio. La tripulación del yate, bien adiestrada para manejar su desdén, se movía con eficacia práctica, sin que le afectaran sus aires.