Pensaban que robar un tren de mercancías sería fácil, pero un trabajador se interpuso en su camino.

La cámara acorazada siempre llamaba la atención: un recinto fortificado con puertas reforzadas, cerraduras biométricas y una clara aura de secretismo. Martin desconocía su contenido, pero su presencia hacía pensar en algo valioso.

Ya había especulado antes sobre ello: joyas, documentos clasificados o quizá algo aún más extraño. La idea siempre le rondaba por la cabeza, pero nunca se dejaba llevar por la curiosidad. La rutina era su zona de confort, y hoy no parecía ser diferente.