Pensaban que robar un tren de mercancías sería fácil, pero un trabajador se interpuso en su camino.

Pero si Ethan se veía desbordado, los ladrones tendrían vía libre para moverse por los vagones, accediendo a la cámara acorazada y posiblemente a la propia locomotora. Cada segundo que dudaba le parecía una apuesta que no podía permitirse hacer.

Martin apretó los puños. El tren rugía bajo él, un recordatorio constante de lo que estaba en juego. Finalmente, tomó una decisión. «No puedo dejarle», dijo en voz alta, como si quisiera convencerse a sí mismo. Salió corriendo de la sala de control y el eco de sus botas golpeando el suelo metálico reverberó en el estrecho pasillo.