Pensaban que robar un tren de mercancías sería fácil, pero un trabajador se interpuso en su camino.

El rítmico zumbido de la locomotora llenó la cabina mientras Martin se recostaba en su asiento, con la vista fija en la vía y en el panel de control. El aire de la mañana se pegaba al tren y su peso resultaba casi reconfortante por su previsibilidad. A su lado, Ethan miraba el monitor del circuito cerrado de televisión con el ceño fruncido. «Martin», dijo, con la voz tensa por la inquietud.

«Tienes que ver esto» Martin se inclinó hacia delante y la imagen granulada se hizo más nítida. En la pantalla, unas débiles figuras se movían a lo largo del terraplén, sus siluetas oscuras contra el resplandor del amanecer. Al principio parecían inspectores de vías, pero sus movimientos deliberados le revolvieron el estómago.

Las herramientas brillaban en sus manos a medida que se acercaban. «No deberían estar ahí», murmuró Martin, cambiando de canal. Se quedó sin aliento. Las figuras habían desaparecido, pero reaparecieron instantes después, subiendo a la parte trasera del tren. «Están embarcando»