Con renovadas esperanzas, Hana y Peter recogieron rápidamente a las pequeñas criaturas en sus improvisados portabebés. El oso panda permanecía cerca, con los ojos atentos y la postura preparada. Con cuidado, Hana levantó el último animal peludo y lo colocó en la boca del oso panda. El oso panda apretó suavemente, su mandíbula tierna pero segura alrededor de la preciosa carga.
A toda prisa, el insólito trío salió del oscuro bosque y se dirigió rápidamente hacia el hospital. La mente de Hana daba vueltas con preguntas: ¿estarían bien las criaturas? ¿Qué eran exactamente? Desde luego, no eran cachorros de oso panda. Pero ocultó su curiosidad y se centró en conseguirles atención médica lo antes posible.