En cuanto vio al oso panda, la seguridad del hospital se puso en marcha y ordenó la evacuación. «Todo el mundo, por favor, diríjanse a la salida más cercana con calma», gritaron, con voz firme pero tranquilizadora, cortando el aire. Se movieron rápidamente, guiando a la desconcertada multitud, dejando claro que no dejaban nada al azar con un oso panda salvaje suelto en el interior del edificio. «Permanezcan juntos y síganme», les ordenaron, asegurándose de que nadie se quedara atrás en la lucha por ponerse a salvo.
El subidón de adrenalina del momento anterior no fue nada comparado con lo que sintió Hana a continuación; su corazón martilleaba en su pecho con una intensidad que ahogaba todo lo demás. Era su oportunidad de cambiar las cosas, de alterar el curso de los acontecimientos que se desarrollaban ante sus ojos. La visión del oso panda se grabó en su mente, una imagen vívida que no podía ignorar. Se vio obligada a actuar, impulsada por una mezcla de preocupación y curiosidad.