El teléfono de Hana zumbaba con una llamada. Pero la señal era débil, por lo que la voz del veterinario sonaba confusa. Apenas podía distinguir sus palabras, pero parecía que le decía que volviera. Ahora, Hana se enfrentaba a una decisión crucial: seguir al oso panda o escuchar al veterinario y dar media vuelta.
Tras un momento de duda, Hana se armó de valor. Decidió perseguir los misteriosos sonidos, sintiendo que estaba cada vez más cerca de descubrir algo importante. Cuanto más se adentraba, más denso se volvía el bosque, y una fuerte sensación le decía que no estaba sola; tenía la sensación de que unos ojos observaban cada uno de sus movimientos. Su corazón latía de miedo hasta que, de la nada, una voz en la distancia gritó su nombre.