En los días siguientes, Charlotte empezó a sonreír más a medida que afloraban los recuerdos felices. Le reconfortaba releer la carta de Paul, un recordatorio tangible de su afecto duradero. Las palabras de la carta se convirtieron en una fuente de consuelo durante sus momentos de soledad, ofreciéndole una sensación de conexión con su difunto marido que apreciaba profundamente.
Charlotte visitó al director del banco, que recuperó el contenido de la caja fuerte: fondos suficientes para asegurar el futuro de Charlotte. Este acto de amor y previsión era tan característico de Paul. Incluso al final, la había protegido y le había proporcionado lo necesario.