Poco después llegó San Valentín. Ni Charlotte ni Paul habían mostrado nunca mucho interés por esta festividad. Para ellos era más importante ser cariñosos el uno con el otro todos los días, y no sólo una vez al año. Charlotte no tenía ni idea de que ese San Valentín sería diferente a los demás.
Cuando Paul llegó a casa ese día, Charlotte se quedó de piedra. En sus manos tenía no uno, ni dos, sino cinco enormes globos en forma de corazón. También llevaba un enorme ramo de rosas, que le regaló a su mujer. Charlotte no sabía qué decir. ¿Por qué estaba haciendo todo esto?