Cada robo le ponía más ansioso, pero sentía que no tenía elección. No era un ladrón por naturaleza, sólo un hombre que intentaba sobrevivir en un mundo duro con opciones limitadas.
Observó la procesión de personas que eran conducidas a los calabozos, con rostros que reflejaban una mezcla de miedo y resignación. Mientras Eddie esperaba en el banco, oyó débilmente la voz del agente, que mantenía una conversación telefónica.