Una camarera atiende a un anciano gruñón durante 7 años y recibe un regalo cuando fallece

Buck fue al restaurante todos los días a la misma hora durante siete años. A lo largo de los años, Salazar aprendió exactamente cómo quería la comida. Ella hacía todo lo posible por satisfacer sus deseos. Siempre intentó que se sintiera a gusto, aunque no fuera tarea fácil.

Con el tiempo, estos intercambios fueron creciendo, pequeños momentos en los que la amabilidad de Melina se encontraba con la rudeza de Buck, construyendo poco a poco un puente entre dos almas aparentemente dispares. Fue en esos momentos cuando Melina vio atisbos del hombre que había detrás de la fachada, indicios de gratitud que le calentaron el corazón más de lo que podría hacerlo cualquier propina.