Allí, entre la multitud, había una anciana cuyo rostro recordaba demasiado bien. Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando el recuerdo de aquel terrible día en el salón volvió a su mente. Había sido un día especialmente agotador.
Aquel fatídico día, Emma tenía la agenda repleta y estaba desesperada por terminar su turno e irse a casa. Tenía clientes consecutivos y lo único que quería era volver a casa y meterse en la cama. Pero sus fantasías se vieron truncadas cuando sonó el timbre.