Emma sabía que tenía que abordar la reunión con una mentalidad estratégica. Decidió instalar de antemano una cámara oculta en la cafetería para asegurarse de que tendría pruebas si Amelia confesaba. Le pidió a Aaron que no la viera y que interviniera sólo si era necesario.
El día de la reunión, Emma entró sola en la cafetería, con el corazón palpitante de expectación. Amelia ya estaba sentada, parecía serena y segura de sí misma. Emma respiró hondo y se acercó a la mesa, forzando una sonrisa tranquila.